Niño Perdido- Madre Nº1 -A Ladislao (37.5 cl) LA CALANDRIA
55,00€
Niño Perdido- Madre No1. -A Ladislao
LA CALANDRIA
Rancio seco
Vino de Madre
100% Garnacha
19% Vol.
37,5 cl.
Hay existencias
Niño Perdido, Madre Nº1. A Ladislao
LA CALANDRIA
Niño Perdido, Madre N°1. En el 2010 orbitaba alrededor de la calandria un satélite llamado ladislao montiel, un enólogo de la vieja escuela con mucho conocimiento de la tradición oral sobre vinos generosos. Él nos dejó hace unos años y a su memoria queremos dedicar esta primera madre. Nos dijo: “no importa si el tonel está olvidado y vacío, tú mete la nariz y si huele a rancio traelo.
Así es cómo hallamos ésta primera madre en la cueva del niño perdido, una bodega de la familia román que como tantas en el los años sesenta, con la creación de las cooperativas, se abandonaron. La madre estaba muy deshidratada y cuando adquirimos al heredero de los román la cueva con todo su contenido dentro no supo datarla. Se rehidrató con un botellero hallado de vino de la zona y de aquella misma época.
Un tesoro de padres que un día también fueron niños perdidos. Combinamos la oscuridad de los toneles con el sol y sereno, las garnachas calandria pasadas por las damajuanas con las uvas pisasdas por nuestros padres y abuelos.
Rancio seco
Vino de Madre
100% Garnacha
19% Vol.
37,5 cl.
Historia Niño Perdido, madre Nº1
Lo primero que se nos dijo fue que si queríamos hacer un vino rancio teníamos que ir en busca de madre. Los niños perdidos nacen de todo lo que viene ocurriendo desde entonces. Cuando salimos al encuentro de las madres nos convertimos en exploradores, arqueólogos y detectives enológicos.
Niño perdido rescata una tradición en peligro de extinción. El territorio en el que nos concentramos se extiende desde los pirineos meridionales hasta las faldas orientales del moncayo, los límites entre navarra y aragón. Pueblos en abandono, en los márgenes que, precisamente por encontrase así, han preservado este legado. No son madres de grandes bodegas con “grandes historias” detrás, son madres de familias humildes, anónimas, tonelicos que desde su rincón y sin prisa siguen entregando este tesoro enológico.
La búsqueda continúa y nuestro anhelo es hacer crecer y conservar este archivo de madres vivas. Cada una es tratada como un registro único y la historia que carga se preserva como valioso material documental. La cueva del niño perdido será el lugar donde cuidemos de este inventario, una pequeña bodega familiar excavada en la montaña, en plena laponia aragonesa. Ahí fue donde encontramos la madre no 1.
Niño perdido, madre Nº1. Somos el metro cuadrado de tierra donde se registran las noches y los días. Somos todas las generaciones de uvas que brotan de la piel seca, las cepas desaparecidas de abuelos desaparecidos, el cierzo helado y el silencio de las chicharras, somos cascajo, somos tosquilla y somos arena. Tesoros escondidos de padres que un día fueron también niños perdidos. En la oscuridad del interior de la madera somos materia en calma que mengua, se evapora y se concentra. Somos el ritmo del tiempo geológico. La resistencia de las madres al rincón, al polvo y al olvido. Niños perdidos que atraviesan las eras en busca de las madres que nos sobrevivirán. Esperamos este momento bajo los escombros, restos de todo lo que un día estuvo a nuestro lado. Venimos a despertar lo que el cuerpo sabe y no recuerda.
Desde la cueva del niño perdido. Invierno del 2018.